llevo tantas banderas que son mías y otras tantas ajenas: las noches de Europa y los domingos de Plaza Francia, los silencios dulces de Traful, la magia esférica, cuyos vértigo y gloria, por pequeños que fueren, siempre son infinitos en el momento exacto de su suceder, el sexo, con su belleza digna de Klimt y la bebida y la comida y el exceso siempre en su justa medida
esas cosas son yo, me han hecho a su imagen y semejanza en unos cuántos años más que seis días, claro, pero para qué el apuro, si todavía ni está puesta la mesa
esas cosas son yo, me han hecho a su imagen y semejanza en unos cuántos años más que seis días, claro, pero para qué el apuro, si todavía ni está puesta la mesa